Hace 25 años de la llamada Tragedia de Vargas, ocurrida entre el 15 y 16 de diciembre de 1999 - Standard Digital News | Noticias de Maracaibo Venezuela y el Mundo

Hace 25 años de la llamada Tragedia de Vargas, ocurrida entre el 15 y 16 de diciembre de 1999

En diciembre de 1999, se produjeron lluvias torrenciales en el estado Vargas, Venezuela. Estas generaron una catástrofe , nunca se pudo determinar la cantidad justa de fallecidos, pero fuentes indicaron que fueron 30 mil. Unos 3,500 millones de dólares de pérdidas, así como la destrucción de más de 15,000 viviendas y unos 75,000 damnificados.

En Vargas aprendieron a vivir con las huellas de la tragedia.Han transcurrido 25 años desde aquellas lluvias excepcionales que cambiaron el destino del estado Vargas y de sus más de 300 mil habitantes. Una tragedia que aún puede servir de aprendizaje para enfrentar fenómenos naturales

Hace 25 años, Vargas se cubrió de lluvia, piedras, lodo, destrucción y tristeza. La llamada Tragedia de Vargas, ocurrida entre el 15 y 16 de diciembre de 1999, fue el desastre natural que impactó a la Venezuela que aprobaba una nueva Constitución Nacional e iniciaba un nuevo milenio con un litoral central arrasado por la naturaleza.

Fue una devastación que ameritó planes y proyectos de reconstrucción, inversión y el compromiso de los varguenses para recuperar su tierra, que aún no concluye, transcurridos veinticinco lustros.

“Es evidente la transformación urbana del litoral. Quien visita Vargas ve obras en los terrenos ganados al mar, ve un proceso de recuperación y concluye que la tragedia fue superada. Pero no es así, hay fallas severas en servicios, fallas que se arrastran desde 1999, como el sistema de drenaje y estaciones de bombeo de aguas residuales, por ejemplo”, cuenta el ingeniero Rafael González, quien trabajó con equipos de la extinta Corpovargas en el proceso de reconstrucción.

González también señala la materia pendiente de prevención o reubicación de los habitantes de los sectores populares. “Vargas no es solo la vía principal. Muchos volvieron a sus casas, en zonas de alto riesgo y viven allí, con las huellas de la tragedia como un recordatorio de lo que puede hacer la naturaleza”.

Zonas como San Julián en Caraballeda, La Veguita en Macuto, Llano Adentro en La Guaira y El Rincón en Maiquetía, sectores donde el paso de la tragedia se mantiene presente tras 25 años. Lo mismo se repite en Carmen de Uria en Naiguatá, o en las zonas altas de El Piache en Catia La Mar.

“Es que las cicatrices siguen abiertas. Aquí no vienen turistas o pasa la reina. Aquí vivimos el día a día, con calles de tierra y donde el lodo, las piedras y los esqueletos de las casas siguen en pie. Muchas personas viven en la planta alta de sus casas, porque nunca se logró despejar la cantidad de sedimento que bajó de la montaña. Basta con voltear la mirada a las comunidades que estamos pegadas a la montaña, para verlo”, refiere Marcia Molina, vecina de la zona de Quebrada Seca en El Rincón, parroquia Maiquetía.

Las apreciaciones de González y Molina coinciden con lo expresado por residentes de otras zonas. “Muchos intentamos olvidar la Tragedia, porque todos perdimos algo o a alguien. Yo no creo que haya un guaireño ileso del dolor que nos dejó 1999. Pero ya han pasado 25 años y es hora de que las autoridades volteen al cerro, volteen a las zonas que padecimos y nos levantamos, pero casi que con nula ayuda gubernamental”, comenta Miguel Curvelo, quien reside en Llano Adentro en la parroquia La Guaira.

No olvidar lo ocurrido

“Nadie pensó que esas lluvias iban a hacer tanto daño. Nunca de la magnitud de lo que ocurrió”, recuerda Marbelys Benítez, vecina del sector La Veguita en Macuto.

Benítez explica que su mamá habló de la crecida de 1951 y lo grave que fue. Pero ese desbordamiento no encontró a un Macuto urbanizado y en crecimiento, como pasó en 1999.

“Nuestros padres siempre decían que los ríos eran cíclicos y tenían crecidas para reclamar su cauce. Pero uno lo escuchaba como historia de viejos y nunca se tuvo la previsión de estar listos ante un deslave de esta magnitud. Ya han pasado 25 años y hay muchachos que no saben lo que ocurrió en 1999 y eso no debe ser. No debemos olvidar lo ocurrido, sino tener un aprendizaje”.

Como Benítez, Ángel Márquez, quien vivió la tragedia a los 12 años y hoy a sus 37 es dirigente vecinal y lucha por recuperar los espacios culturales y deportivos de San Julián, en Caraballeda, piensa que hablar sobre la Tragedia de Vargas no debe ser relegado solo a una fecha, sino ser parte de nuestra historia urbana.

“Mis abuelos y mis papás dicen que estas crecidas pasan cada 50 años. De ser así nos quedan aún 25 años para prepararnos. En eso es en lo que deberíamos concentrarnos. Comenzar a hablar de la Tragedia de Vargas y de cómo enfrentar ese riesgo a las generaciones de niños y adolescentes para que estemos preparados y no perdamos tantas vidas. Nosotros deberíamos enseñar esto en las escuelas, que la gente vea fotos, sepa que puede hacer el río y donde buscar un lugar seguro”.

Lo dicho por Márquez coincide con premisas esgrimidas desde los lineamientos de las Direcciones de Gestión de Riesgo y Prevención de Desastres, pero lamentablemente la formación de las comunidades es relegada.

“Habría que dar formación a los vecinos, reactivar los comités de riesgo y advertir especialmente a quienes volvieron a vivir en las casas donde enfrentaron la tragedia, pero eso no es prioridad”, afirma un funcionario de Protección Civil que solicitó la reserva de su identidad.

Quienes fueron desalojados y regresaron al lugar de la destrucción post 1999, reconocen el riesgo que advierte el funcionario, pero explican que lo hicieron con la esperanza de volver al hogar, aunque esto implica vivir a diario con las huellas de la tragedia.

“Si lo único que te queda es la vida y cuatro paredes, aunque estén golpeadas, vuelves a ellas. Nosotros pasamos casi un año en un refugio en el interior del país. Eso no es vida. Para pasar trabajo allá, me dedicaba a arreglar mi casa aquí y fue lo que hicimos”, agrega Alberto Morales, vecino San Julián y cuya vivienda fue afectada por la quebrada La Chara en la Tragedia de 1999.

Miedo al cambio climático

Otra cosa que parece permanecer, a pesar del tiempo transcurrido, es el miedo que las lluvias generan aún en los residentes del litoral central. Ahora los temores se han visto aderezados con el llamado cambio climático y el escaso mantenimiento de las obras de minimización de riesgos, de las cuencas, torrenteras y canales de agua de lluvia.

“Uno analiza lo que pasó en España y cuando yo vi aquello, me dije, pero si eso lo viví yo en 1999. Y entonces ves deslaves, inundaciones y hasta lluvia en el desierto y buscas un poco de información y ves que es eso del cambio climático. En Venezuela y en Vargas fuimos pioneros en tener obras de minimización de riesgos y sistemas de alertas temprana, pero lo dejamos perder en el tiempo. Eso debemos acomodarlo y darle la importancia que merece”, analiza Beatriz Rivas, quien formó parte de los talleres que dictó Corpovargas entre 2005 y 2008.

Rivas acota como ejemplo lo sucedido en octubre de 2022, cuando fuertes lluvias, producto de la temporada de ondas tropicales, ocasionaron el desbordamiento de la cuenca del río El Cojo y de la quebrada La Chara en San Julián. En ambos casos ordenaron a 37 familias desalojar sus viviendas, recordando las imágenes y vivencias de 1999.

“Ningún organismo regional o nacional ha asumido dentro de sus competencias el mantenimiento de las obras de minimización de riesgo, el arreglo de las cuencas cuyos gaviones están dañados, el apoyo para la conformación de Comités de Riesgo y los estudios hidrometeorológicos para dar respuesta a la necesidad de Vargas ante posibles situaciones que pueden repetirse. Nadie quiere vivir nuevamente 1999, pero quisiéramos estar preparados”, concluye Alex Bolívar, quien formaba parte del inactivo Comité de Riesgos del sector El Piache en Catia La Mar.

Fuente EL PITAZO -Fotos cortesia

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