Yoshihide Suga: un karateca para sacar a Japón de su depresión económica
«Donde hay voluntad, hay camino». Yoshihide Suga ha repetido tantas veces esta frase que la ha convertido en su propio lema. La voluntad de un joven de pueblo que no quiso dedicarse al negocio familiar del cultivo de fresas, lo llevó hasta una gran ciudad como Tokio para acabar trabajando en una fábrica de cartón. Luego, vendría la universidad y otros empleos en una compañía eléctrica y en una empresa de seguridad. Hasta que a los 26 años le entró el apetito por la política. Ése era el camino.
Hace años nadie hubiera dicho que Yoshihide Suga (71 años) acabaría siendo el primer ministro de la tercera economía mundial. Suga siempre ha mantenido un perfil bajo en su carrera política. Un tipo discreto, un «solucionador de problemas» -como lo definen en su grupo político, el Partido Liberal Democrático (PLD)- que siempre se ha movido entre bambalinas, huyendo de los focos.
Hoy, en la Dieta (Parlamento) de Japón, Suga ha sido ratificado como primer ministro. La mano derecha y jefe del gabinete del anterior líder, Shinzo Abe, se ha convertido en la persona más importante del país asiático. Abe era el vástago de una dinastía política. Con un abuelo primer ministro y un padre ministro de Exteriores, fue preparado en Tokio para el cargo desde muy joven. En cambio, Suga se crio en una familia que tenía una plantación de fresas en la prefectura rural de Akita, al norte del país, conocida por sus largos inviernos y fuertes nevadas.
Su padre, el agricultor Wasaburo, había trabajado en una compañía ferroviaria durante la Segunda Guerra Mundial. Su madre, Tatsu, era maestra de escuela. Suga, como el mayor de tres hermanos, debía de asumir el negocio familiar cuando terminara la escuela secundaria. Pero se marchó a buscar trabajo a Tokio. Al final, estudió Derecho en la universidad y se aficionó al kárate, incluso llegó a ser el capitán de un equipo de karatecas de la capital japonesa.
Un fiel asesor de Shinzo Abe
Su carrera política comenzó como secretario de un miembro del Parlamento. Después, en 1987, entró como concejal en la asamblea de Yokohama. El salto a la política nacional no lo dio hasta nueve años más tarde, cuando, postulándose por el PLD, ganó un escaño para la Cámara de Representantes. Mucho más adelante, ya en el 2006, entraría en el gabinete de Shinzo Abe durante su primer mandato, que acabó plagado de escándalos de corrupción y por una enfermedad que obligó a renunciar al líder un año después. Pero Suga nunca se separó de su jefe.
Esa fidelidad la premió Abe cuando retornó al poder en 2012, poniendo a su colega al cargo de su gabinete. Una función que ha defendido durante ocho años, manteniendo el tipo ante la prensa al ser el rostro del Gobierno que salía un par de veces al día en rueda de prensa para defender la gestión del Ejecutivo. Aunque se ganó el favor de muchos medios del país, también le han criticado por verificar antes todas las preguntas y limitar aquellas que consideraba incómodas para el Gobierno. Más en la sombra, su función era asesorar a Abe sobre políticas y controlar la burocracia del país.
«Ha obtenido resultados al domar la burocracia a menudo intratable de Japón para impulsar reformas administrativas, a veces utilizando tácticas de mano dura. Suga ha ejercido la autoridad de la poderosa Oficina de Asuntos de Personal del Gabinete para dejar de lado a aquellos que se desempeñan mal o no están alineados con su pensamiento», dice de él un artículo firmado por la agencia estatal Kyodo.
«La gente piensa que soy terriblemente aterrador, especialmente los burócratas. Pero soy muy amable… con los que trabajan en serio«, respondió Suga hace unos meses en un debate televisivo.
En su perfil más personal habría que mencionar que se despierta todos los días a las 5:00 de la madrugada, que camina 40 minutos y que después hace 100 abdominales. Tiene tres hijos y está casado con una mujer llamada Mariko (66 años), la nueva primera dama, que rara vez ha aparecido en público.
Para el público nipón su rostro se popularizó sobre todo hace tan solo un año. El 1 de abril de 2019, Suga salió en televisión para enseñar los caracteres de la palabra «Reiwa», el nombre de la nueva era que, un mes después, inauguraría el emperador Naruhito tras la abdicación de su padre, Akihito. La imagen de él sosteniendo la caligrafía dibujada a mano se volvió viral y le valió un cariñoso apodo: «Reiwa Ojisan» (Tío Reiwa).
El lunes, tras las elecciones internas del PLD, el veterano político fue elegido líder del partido con 377 votos de los 535 votos que estaban en juego. Los otros dos candidatos eran el ex ministro de Relaciones Exteriores, Fumio Kishida (89 votos) y Shigeru Ishiba (68 votos), que fue ministro de Defensa. Este miércoles tenía que presentarse ante el Parlamento, donde el PLD tiene mayoría. La Cámara Baja lo ha nombrado oficialmente primer ministro con 314 de los 462 votos emitidos en una sesión extraordinaria, convocada con el fin de ratificar esa elección a partir de la propuesta del partido gobernante.
Cuando Shinzo Abe anunció el 28 de agosto que renunciaría por enfermedad a seguir como primer ministro de Japón, no quiso respaldar a ningún miembro de su partido como posible sucesor. Aunque todos sabían que su claro favorito era su fiel escudero Suga.
Abe se retira, «orgulloso de su legado
Abe, que ha estado 2799 días al mando de Japón, ha presentado hoy también formalmente su dimisión asegurando que está «orgulloso» de su legado. «Dediqué mi cuerpo y alma a la recuperación económica y la diplomacia para proteger el interés nacional de Japón todos los días desde que regresamos al poder», ha dicho Abe.
La última vez que un primer ministro dimitió, pasaron otros seis líderes que no lograron aguantar en el poder más de un año. Abe trajo la estabilidad. Y, ahora, muchos se preguntan si Suga cumplirá el año restante del mandato de su antecesor, que caduca en septiembre de 2021, justo después de los Juegos Olímpicos de Tokio.
El nuevo primer ministro también tendrá que escuchar las voces que piden una convocatoria de elecciones generales. «Esperamos unas elecciones generales anticipadas, probablemente en algún momento de octubre», dijo la semana pasada el actual ministro de Defensa, Taro Kono. Un clamor, el de adelantar elecciones, que comparten casi todos los parlamentarios japoneses.
Suga empezará su mandato enfrentándose a una dura herencia: primero, la dura batalla contra los nuevos brotes de coronavirus que golpean al país. Después, una recesión económica cada vez más profunda. Este segundo semestre está viviendo su peor contracción (un 28,1%) desde la posguerra. Tampoco ayuda un mercado laboral que cada vez está más hundido. Tan solo en julio, casi dos millones de personas perdieron sus empleos.
Suga, además de prometer la continuidad de las políticas del anterior primer ministro, ha explicado durante su campaña que quiere crear un sistema de crédito fiscal para apoyar a las regiones rurales. «Revivir la economía de Japón es nuestra prioridad. Una economía fuerte es necesaria para el bienestar social, la seguridad nacional y la reforma fiscal», afirmó.
Se espera que continúe con la política económica de su antecesor, las famosas Abenomics (expansión monetaria, estímulo fiscal y reformas estructurales) y que en política exterior siga estrechando sus lazos con Estados Unidos frente a los movimientos de China y las amenazas nucleares de Corea del Norte. Así como intentar mejorar las relaciones con Corea del Sur, bastante deterioradas en el mandato de Abe.
Muchos se preguntan si Suga tomará sus propias decisiones dejando alguna marca en la historia de Japón, o simplemente ejercerá como un primer ministro interino, continuista de la anterior etapa, hasta que lleguen las próximas elecciones del año que viene.
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