Renovación Milagrosa, 315 años de devoción mariana, se celebró con una solemne eucaristía
En su homilía, Monseñor Ortega Marín invitó a los presentes a encontrar la alegría en medio de las dificultades, recordando que la fe en Dios es fuente de esperanza y consuelo.
En una emotiva ceremonia realizada este lunes 18 de noviembre, en la Plazoleta de la Basílica de San Juan de Dios, Maracaibo se unió en un fervoroso homenaje a los 315 años de la aparición milagrosa de la Virgen de Chiquinquirá.
Presidida por Su Excelencia Monseñor Alberto Ortega Marín, Nuncio Apostólico de Venezuela, la solemne eucaristía congregó a miles de fieles que, con alegría y devoción, conmemoraron este hecho histórico. La ceremonia, que inició pasadas las 5 de la tarde, estuvo engalanada por las melodiosas voces de los Niños Cantores del Zulia, quienes celebraron a su vez los 50 años de su fundación.
Monseñor estuvo acompañado por el arzobispo de Maracaibo, monseñor José Luis Azuaje Ayala; el arzobispo emérito de Coro, monseñor Mariano Parra Sandoval; el arzobispo de Coro, monseñor Víctor Hugo Basabe, y decenas de sacerdotes.
En su homilía, Monseñor Ortega Marín invitó a los presentes a encontrar la alegría en medio de las dificultades, recordando que la fe en Dios es fuente de esperanza y consuelo. “La oración nos permite saber que Dios es grande, que está más allá del horizonte, que Dios es bueno, que nos ama y que la historia no se le ha escapado de sus manos. Puede que transitemos por cañadas oscuras, no les tengan miedo, que el Señor está con ustedes”, expresó el Nuncio Apostólico.
Al finalizar la misa, la venerada imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá inició su tradicional procesión, acompañada de fuegos artificiales, la música contagiosa de Los Zagalines del Padre Vílchez y las muestras de afecto de sus devotos
Encabezada por las máximas autoridades de Maracaibo y San Francisco, la procesión recorrió la calle 96 (antigua Ciencias), seguirá por la avenida 8 (Páez), la calle 95 (Venezuela), la avenida 12 (Padre Añez) para luego regresar al templo, contagiando de fervor y devoción a todos los presentes.
Texto: Griselda Delgado.
Fotos: Luis Molero.
Luis Molero Marquez