Contexto y poesía: Miro, y sigo escribiendo el contexto en poesía – Por J. Bernavil
En una hoja me explayaré. Y quiero escribir libertad. Pertenezco a las formas del fuego que dio a luz la lluvia de mayo cerca de un Lago de algas oscuras. Denso. Mi alma vaga dentro de mí buscando mojar su lengua con la presencia del creador, al menos tenerlo cerca para besar sus pies.
Fuma mi corazón en las tardes de lunas idénticas. De estrellas ocultas.
Y existir por amor, bailando con una escoba antigua, en el atardecer colmado de auroras.
Entonces las jarras del silencio derramando su tranquilidad en la inmensa soledad que clava mi encierro. A mí vienen las orugas, vienen las golondrinas, vienen las palomas que huyen por el paso de alguien, y mi alma arroja espumarajos, queriendo volar, romper las paredes con la mandíbula, sufragar sin pasaporte en los rezos de una casa llena de ancianas y una señora.
Por las noches la quinta blanca hace embriagar su pintura vieja en la luz amarilla de las bombillas titilantes. Huele a bastones, batas sucias, pies arrastrándose, movedizos en la penumbra de sus habitaciones, de lámparas opacas y pasadizos.
Opacos están sus recuerdos. Hambre y penuria el mundo que conocen. Valles que se repiten sin café, un abrazo o un allegado sincero. Porque se sientan y las veo. No las conozco, pero son gemas del tiempo. Arrugadas, inmóviles, silentes, sonríen como si nunca fueran a morir, olvidan como si de ayeres no fuéramos.
No pares de hurgar y escribir porque todo es escribible y dibujable en descripciones y detalles. El contexto sin exactitud también se cuenta.
Porque como lo vieron los ojos y lo percibió el espíritu, mis cabellos cobran vida y desatan confusiones removiendo recuerdos, observaciones, niveles de percepción según la capacidad de mi existencia, agudeza de escritor y habilidad del pensamiento creador.
¿Qué es lo que quiero yo? Que de mis piernas salgan las alas que sueño y encontrar después del mar una isla donde poder estar conmigo. Viaje. Sangre tibia. Interminable primavera de flores malas que no dejan de salir en mi cabeza y su polen atrae desesperanza. Parajes secos. Capullo de protección anti dictatorial que me da la literatura.
Danzar y así penetrar mundos. Abrir ventanas. Botar las llaves de la muerte. Así un día me miraré en tus pupilas cansadas buscando la verdad que como viento no tiene paradero y se oxida adentro, llamándose secreto. El abandono de mi ser no será por mucho. Dejaré de beber agua salada, y los tiburones no me almorzarán, porque me levantará el insomnio.
Y aunque me encuentre atrapado en el ombligo de la tierra, una mítica fatiga infundada por el miedo no podrá despedir el ímpetu que me obliga a moverme con fuerza en cada aliento, y en cada ausencia, ante la mesa de relojes de arena.
El fantasma ya no me quiere cerca ni la hoguera de sus labios me dice amor. Pero estoy de pie… Miro, y sigo escribiendo el contexto en poesía.
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