Ella vive presa en su cuerpo: el drama de ser epiléptica en Venezuela
Yarlennis Parra vive un drama junto a su hermana. Ella, lleva por nombre Greida Margarita Parra. Como una margarita está plantada desde hace 20 años, cuando empezó a perder gradualmente sus capacidades motoras.
En la actualidad tiene 45 años. Sufre de convulsiones. Hoy por hoy su cuerpo recibe al menos 30 convulsiones diarias. En una ocasión creían que moriría. La cifra sobrepasó los 70 ataques.
Residen en San Francisco, Zulia. En un sector llamado San Benito, diagonal al popular Gimnasio Betulio González, en homenaje al tres veces campeón mundial de boxeo venezolano, Betulio González.
La madre de Yarlennis y de Greida tenía por nombre Melida Parra. Yarlenis cuenta que su madre en vida abrazaba a Greida, le enseñaba a leer y a escribir y la consentía.
Dice que una persona como ella necesita amor y cuidados. A veces le preguntan el porqué ha durado tanto su hermana; entonces responde que es producto del amor y el cuidado que le da, en la medida de lo posible.
Para limpiarla usa trapitos de acorchados
Tapa las pimpinas (envases) para que los mosquitos no pongan sus larvas. En cuanto a los trapitos, estos no son desechables. Los reutiliza. Le sirven como pañales porque no tiene la economía suficiente para comprarle su buenos pañales. Antes sí, ahora no.
Mientras Yarlennis hablaba con nosotros, Greida giraba la cabeza, se estiraba y bostezaba. Tiene por costumbre dormir hasta las 3 de la tarde. Y siempre, extraña a su madre.
En oportunidades la observa llorar. En total silencio, porque mientras más tiempo pasa, más se le daña el cerebro y sin medicamentos, menos puede durar con sentido de razón.
Yarlennis no trabaja, Dios la guía
Mientras nos contaba la historia, Greida estaba intranquila por nuestra presencia
Y es que trabajar para ella sería un viacrucis. Sería un horror dejar a Greida sola y sin atención. Cuenta que le da cariño. Trae al presente recuerdos:
«Cuando se acercaban niños a mamá Melida, a Greida no le gustaba. Les daba cachetadas. Y no podían acercarse», dijo.
«Un hermano mío le ragaló unos cuadernos y creyones, y entonces era feliz porque se la pasaba pintando y dibujando. Cumplió 45 años el 15 de julio».
Yarlenis explica que trata de no caer en la desesperación.
Con luz o sin luz, con comida o sin ella, se mantiene fuerte para sobrevivir junto a su hermana. Y aunque nadie se le acerque, ella no desiste en cuidarla, porque es su amor, que a pesar de la adversidad, va más allá y busca mantener con vida a su hermana.
La escena de extrañar a su madre
«Cuando Melida partió yo la escuchaba decir: «Mamiiiii, Mamiiiiiii. Lloraba ¿y qué podía hacer? Nada». Esperar que se le pasara. El calor de la tierra en San Francisco sulfuraba desde abajo acarreandole más dolor, y más intranquilidad a su angustia e impotencia.
«Desde entonces no habla mucho. Cada vez habla menos. Ella por lo menos pronunciaba algunas palabras. Desde los 7 días de nacida nosotros empezamos a ver cómo se movía y tras haberle hecho los estudios, se descubrió que sufría de incontables convulsiones», señaló Parra.
Lo que cree Yarlennis
A veces hacen café, entre creencias y pensamientos desesperantes
«Yo creo que ella se siente atrapada y que sabe lo que sufre en vida. A veces se alsa. Ya se ha calmado un poco pero hace un año me tomaba por los cabellos y gritaba «nooo». Cuando no quería algo, que la acostaran o bañaran», detalló.
Entre sonrisas y un ambiente pequeño. Un mundo pequeño. Una ilusión verdadera que supera la ficción. Si Greida es consciente de lo que vive está presa. Su prisión es su cuerpo y es algo que no decidió ni pudo detener. Las paredes de la casa se están cayendo. Los cuadros y las mesas sienten el espíritu agotado de Greida.
Yarlenis pide a gritos una cocina nueva. En esta de casi 50 años de antiguedad le es difícil cocinar
Todo está ensombrecido, desde la silla de ruedas, hasta la cama que Yarlennis con tanto afán y cariño acomoda para su hermana. Sus vidas se han convertido en una lucha interminable de amor en familia, y Greida le agradece con afecto a Yarlennis, quien es su única salvación y no es eterna.
Trata de dormirse en la silla. Pero le cuesta
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